sábado, 5 de abril de 2014

Método educativo

La forma de educar a los niños ha cambiado desde la época en que las personas que ahora educan a sus hijos o estudiantes, teniendo también siempre en cuenta el género femenino que se olvida u obvia siempre, pero no lo voy a escribir así durante todo el texto porque resulta agotador, fueron educados. Ahora se usa un método que podríamos definir como el contrario al anterior, y que podríamos nombrar como el del habla o verbal. Esto es un gran paso hacia el progreso, no solo en mi opinión, sino en la de la mayoría de personas; pero también existe la duda de que este sistema funcione al cien por cien. Yo soy una persona de hechos, de lo real, y no me valen palabras vacías.
Es normal que la gente empiece a poner en duda la efectividad del método educativo verbal, porque los jóvenes cada día son, o somos, más irresponsables e irrespetuosos entre nosotros. La generación de nuestros educadores ha sido educada mayormente con el castigo físico, en casa y en clase. Esta gente ha cambiado el sistema de actuar, para bien, supongo, pero lo han llevado hasta el extremo opuesto, lo que les ha echado encima lo siguiente:
¡Sus propios hijos y alumnos llegan a agredirles, o maltratarlos!
El lenguaje es la mejor herramienta que podemos utilizar en la educación, pero usarla como única herramienta es difícil si no queremos un resultado garrafal. Las palabras son extrañas: son etéreas pero influyen en nosotros y en la realidad. Los niños comprenden lo que les es dicho, pero por alguna razón pueden, y suelen, hacer caso omiso de ellas.
Yo quiero proponer un sistema que en mi opinión es el más efectivo, y lo voy a explicar de una forma inusual e incluso complicada  para algunos, pero muy efectiva si se comprende. En un principio tenemos dos metodologías educativas: la verbal y la basada en el castigo físico. Imaginemos que los ingenieros consiguen inventar un receptor de mensajes educativos, y los gradúa, con números, en una escala dependiendo de su efectividad o “fuerza” educativa; ya que todos los mensajes no influyen por igual en todos sujetos, sea una amenaza, un vocerío o un tortazo de los que dejan cardenal de varios días. Si dispusiéramos de este aparato y dos niños o niñas tendríamos todo lo necesario para hacer un gráfico en el que situaremos en el eje (y) (vertical) la “fuerza educativa recibida” y en el eje (x) (horizontal) el tiempo.
El gráfico que obtendríamos de un niño que ha sido educado única y exclusivamente con un sistema verbal describiría una línea situada a la altura media pero con subidas y bajadas poco pronunciadas y no muy frecuentes. Podríamos decir que tendría el perfil del agua en una mar en calma. Por el otro lado, el gráfico del otro tipo de educación estaría repleto de subidas y bajadas muy bruscas y altas, con la forma de un peine boca arriba.
Matemáticamente hablando, el segundo grafico ofrece un mejor resultado para el educando o educanda, pero no hay nada más frío que las matemáticas y en este caso no están muy bien empleadas (pobre del niño al que propinen azotes por todo lo malo que hace). Esto sería una vuelta atrás y además los niños no somos maquinas receptoras de mensajes. En mi opinión se necesita una hibridación. He dejado claro que prefiero enseñar de una forma tranquila y amigable, pero hay momentos en los que un pico alto en el anterior gráfico vendría de maravilla. Cuantas menos veces se azote, más recordaran los azotes y los motivos de estos castigos, porque son casos excepcionales.
Por lo tanto: un solo azote a tiempo y de vez en cuando, no se trata de repartirlos a la ligera, en una educación basada en el método verbal es lo mejor que se puede hacer. Así se marcan las fronteras y quedan mejor grabadas. Puede que esta teoría no sea útil en todo el mundo, como todo lo que conocemos, pero está desarrollada por mi experiencia como niño y observador de otros padres, madres, profesores, profesoras, niños y niñas.

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